La entrada de hoy
está dedicada a una cuestión relacionada con la diferenciación residencial, y
que tiene especial influencia sobre alguna de sus consecuencias: la reputación
del barrio. La reputación hace referencia a la imagen que tienen los habitantes
de la ciudad sobre un barrio, pero también al significado, y a la estima, que
dicho barrio suscita. Así las cosas, la reputación es algo socialmente
construido a partir de información de los medios de comunicación, de
experiencias –personales o no-, y de factores físicos y estructurales
fácilmente observables a simple vista. Una información que no siempre tiene por
qué ser precisa, ni corresponderse con la realidad actual del barrio: pensemos
que la mala reputación de un barrio permanece en el tiempo aún cuando los
factores –sociales o ambientales- que la propiciaron hayan desaparecido.
¿Cuáles son estos
factores que inciden en la conformación de la reputación de un barrio? Los
físicos –trama urbana, tipología constructiva, estado de conservación y
limpieza- son muy importantes, puesto que son los más fácilmente perceptibles: los
barrios con mayor densidad tienden a tener una reputación más baja que los que
presentan densidades bajas, con amplios espacios abiertos; los resultados de
actos de vandalismo, la deficiente conservación del mobiliario urbano, también
bajan la reputación del barrio. Pero también los factores sociales pesan mucho
en la conformación de la reputación del barrio. El estatus socioeconómico de su
población –percibido a través de las características físicas del barrio- es muy
importante, como también la presencia de determinados grupos sociales,
considerados por los residentes de la ciudad ya sea como no deseables o como
pertenecientes a una determinada élite.
Dado que la reputación
es algo socialmente construido, parece razonable diferenciar entre dos tipos de
reputación: la interna, referida a la imagen que tienen del barrio sus propios
habitantes, y la externa, que es la que tienen de ese mismo barrio el resto de
habitantes de la ciudad.
La reputación
interna se basa en un conocimiento preciso de las características del barrio:
al fin y al cabo, sus residentes lo conocen bien, son capaces de construir
microjerarquías en su interior (qué plaza es mejor, por qué calles es seguro
transitar, etc.). El nivel de reputación interna tiende a ser superior al de la
externa, puesto que los residentes se encuentran en un barrio que, al menos,
les resulta aceptable para vivir o, en el peor de los casos, sus residentes
podrían mostrar una especie de adaptación psicológica a su situación, a través
de la cual puntuarían a su barrio relativamente bien porque es lo mejor que
pueden conseguir.
En cuanto a la
reputación externa, se basa en una información mucho menos abundante y unas
experiencias más escasas. En consecuencia la visión del barrio sobre la que se
construye suele estar considerablemente simplificada,
estableciéndose fronteras muy gruesas, y exagerando las diferencias entre
barrios. Esta reputación externa es la que estaría detrás de las respuestas que
un no residente daría a otro no residente a preguntas típicas del tipo ¿es seguro ir allí?
o ¿qué tipo de gente vive allí’?
Como en la entrada
del mes que viene veremos, la reputación del barrio es importante para la
población que reside en él, puesto que la reputación del lugar donde se vive
tiende a hacerse extensiva a sus habitantes, contribuyendo a la aparición de
estigmas territoriales.
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