Hace unas semanas realicé un viaje a Marsella, una ciudad portuaria francesa que cuenta con una importante colonia de población musulmana (las cifras varían, pero aproximadamente entre un tercio y dos quintos de su población, de unas 850.000 personas, lo son), de origen argelino y tunecino mayoritariamente.
Más allá de disfrutar de la ciudad -que recomiendo visitar-, uno de los elementos que más me llamó la atención fue el diferente uso de los espacios públicos que ambas comunidades -musulmana y no musulmana- realizan.
Para ejemplificar esta cuestión, tomé dos fotografías, a la misma hora de la tarde, con un día de diferencia -una un martes, la otra un miércoles-. La primera de ellas (fotografía 1), fue tomada en la Plaza de los Capuchinos, al final de la Avenida León Gambetta. La segunda, fue tomada en dicha Avenida, a menos de 100 metros de la anterior. Ambas localizaciones, en el entorno de la Estación de trenes de San Carlos, están separadas por el Bulevar Dugonier, y en la imagen de Google Maps adjunta os muestro los lugares exactos donde las tomé.
Como podéis comprobar, en ambas las personas fotografiadas están sentadas disfrutando de una bebida en la terraza de un bar -buscando en la medida de lo posible la sombra, hacía calor-. Pero si miráis con atención, podréis comprobar cómo en la primera de ellas las mujeres están totalmente ausentes: no hay ninguna compartiendo el espacio -y la actividad- con los varones, musulmanes. En la segunda, en cambio, personas de los dos sexos están sentadas en la terraza, personas que, a diferencia de las anteriores, no son musulmanas.
A la vista de ello, tenemos un claro ejemplo de que una variable concreta -en este caso, la cultura-, impone diferencias en las personas que hacen uso de un mismo equipamiento -en este caso, terrazas de bares-, y que implica que en el primero de los casos las mujeres están ausentes. Unas localizaciones que, como hemos visto, no presentan prácticamente separación física entre ellas, y que, además, han sido fotografiadas en un mismo contexto horario y laboral; por ello podríamos concluir que, efectivamente, es esa variable (que nos permite identificar dos grupos dentro de la población marsellesa) la que subyace en las diferencias, por sexo, que se hace de un mismo equipamiento urbano.
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